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¡¡Oh, Verde Navidad!!

A estas alturas todos estaremos de acuerdo, y posiblemente no haría falta ni decirlo, en que la Navidad hace mucho que perdió el espíritu religioso y solidario que alguna vez tuvo. Hoy en día es un capítulo más en la cadena de campañas de marketing y ventas en la que se ha convertido el calendario festivo anual.

La carrera desenfrenada por comprar, gastar y consumir abarca ya todo, desde juguetes y ropa o complementos hasta comida para llenar inmensas mesas donde, desde incluso el momento de hacer los menús, ya sabemos que va a sobrar mucha comida.

Sí, nos juntamos con la familia, en la medida en que la COVID nos deja, pero no para hablar e interesarnos por su situación y bienestar, sino para hacernos regalos, esperando quizá que ese objeto sustituya nuestros abrazos, nuestras palabras, nuestros apoyos, el año próximo. Hasta que nos volvamos a juntar y nos alegremos mucho de volver a vernos, cuando en la mayoría de los casos podríamos haberlo hecho en cualquier momento, pero estábamos demasiado ocupados para ni tan siquiera pensar en hacer una llamada.

El caso es que toda esa vorágine de locura colectiva, disfrazada por unos como celebración del
nacimiento del hijo de Dios y por otros como celebración ancestral de la llegada del solsticio de invierno, tiene consecuencias graves para quienes siempre nos acompañan pero a los que nunca tenemos en nuestra lista de regalos. El planeta que nos rodea y cobija y los animales de compañía que comparten nuestra vida.

Vivimos en pleno repunte de la pandemia sanitaria que tan duramente nos sigue azotando y que nos sirve también para justificar determinados excesos, además de en un agravamiento de la emergencia climática. Eso y el análisis de sus causas deberían ser motivo suficiente para pensar y proponer(nos) otro modo de celebrar y otra forma de relacionarnos. Es necesaria otra forma de consumir. El consumo consciente, responsable y transformador es una herramienta para el cambio social que necesitamos.

Reducir el consumo innecesario ayuda a luchar contra el Cambio Climático. El consumismo consume el planeta y afecta a los derechos laborales de millones de personas.  Más residuos, más CO2… son también la otra cara de un consumo irresponsable. Con un consumo justo y responsable ganamos todas las personas.

Y, si vas a comprar, elige comercio de barrio y desplázate de forma sostenible. Consume productos locales y de forma artesanal: es menos contaminante, son más originales, más frescos y saludables y, además, favorecen la creación de empleo y la economía local.

Del mismo modo, existe otro factor que caracteriza estas fechas y es la compra de juguetes para los más pequeños. Seguimos cayendo, por nuestra cultura o educación, y porque ya se encargan de asegurarse de ello desde las campañas publicitarias que nos bombardean a diario, en la proliferación y el mantenimiento de roles de género y actitudes violentas en la elección de los juguetes que regalamos. La elección de juguetes y espacios de juego determinarán la construcción de la identidad de niñas y niños y, por tanto, la manera en la que interpretarán el mundo y las relaciones. Es importante elegir productos que promuevan valores positivos y evitemos los que fomenten valores sexistas o violentos. ¿Estoy queriendo decir, por ejemplo, que si le regalamos una pistola de juguete a un niño o niña estamos creando un asesino en potencia? No, en absoluto, pero no debemos ayudar a que banalice la violencia o su derecho de venganza en una situación de afrenta. El mundo real no es como en las películas ni en los videojuegos y si no está preparado para afrontarlo, para cuando se dé cuenta puede ser demasiado tarde.

Quizá el culmen de hasta donde quitamos importancia a los regalos que hacemos, centrando las celebraciones en el hecho de regalar en sí, y no en qué regalamos o porqué lo hacemos, se lo lleve la compra de animales de compañía para regalar. Los animales no son juguetes, son una responsabilidad de por vida. No puedes, si te cansas de ellos o si descubres que necesitan mucho más de ti que un rato de diversión, dejarlos abandonados en un rincón o una cuneta.

En 2020 las protectoras recogieron 286.000 animales abandonados en toda España, muchos de ellos regalados en Navidad. Y, si finalmente decides que estás preparado para tener un animal de compañía, recuerda: no compres, adopta. Los animales no son un capricho y no pueden convertirse en simples elementos de una foto bonita. Detrás de esa cara que a todos nos provoca ternura, hay una vida que quiere ser vivida.

Toda esta exuberancia en la celebración se manifiesta también claramente en dos elementos que parecen imprescindibles, si queremos pasarlo bien: las luces de Navidad y los petardos y cohetes. Posiblemente haya poco que decir de las luces de Navidad que, más allá de ser un elemento más de contaminación lumínica que estos días se une a los ya habituales, ¡con lo bonito que sería poder contemplar un cielo limpio y lleno de estrellas, a ver si veíamos nosotros también una estrella que nos guíe!, hace recaer en todos el gasto enorme e innecesario, llevado hasta su máxima expresión en una carrera sin límite por tener la ciudad más iluminada. Piensen en quienes todos sabemos, y en quienes los defienden.

Otro tema son los petardos y cohetes navideños que causan graves trastornos en nuestras mascotas y en muchas personas especialmente sensibles a los ruidos. Quien haya visto sus caras cuando explota un petardo cerca, nunca tirará otro. Hay muchas formas de celebrar las fiestas, pero por unas felices fiestas para todos y también para los animales, mejor sin pirotecnia.

Parecen muchas cosas, pero al final se reducen en una sola, saber que hay otra forma de llevar a cabo nuestras celebraciones y que todo es ponerse a pensar en los demás. También eso es un regalo.

¡Feliz Navidad verde, sostenible, solidaria y responsable!

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