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Yo reciclo, tú reciclas,… ellos se hacen ricos

Vivimos en un mundo que, poco a poco y por suerte, se va dando cuenta de que la emergencia climática, de la que algunos nos han hablado desde hace tiempo, se va haciendo realidad con una crudeza y una intensidad hasta cierto punto previsible, vistos los pocos esfuerzos que hemos hecho hasta ahora para que no fuera así.

Se da además la circunstancia de que esta toma de conciencia se ha producido después de no pocas campañas de organizaciones y grupos ciudadanos que veían y sufrían en sus propias carnes los efectos de esa emergencia, que por otros lados se empeñaban en negar aquellos que con el tiempo han acabado abrazando la realidad, cuando no les ha quedado más remedio. Convirtiéndola, eso sí, en su fuente de negocio.

Ahora vemos campañas de publicidad que nos avisan de que el calentamiento global es una realidad y una consecuencia de nuestro modo de vida. Lo más curioso es que son campañas provenientes de quienes tienen mayor parte de culpa de que la situación haya llegado hasta este punto y que, para más “inri”, lo que nos proponen para paliarlo es que sigamos produciendo y consumiendo igual, solo que con un sello que ponga “Verde” o “Sostenible”.

Estas campañas de “Greenwashing” están a la orden del día y se difunden sin ningún asomo de pudor o sonrojo esperando que los mortales, perdón quería decir consumidores, no nos paremos a analizar qué ha cambiado, no vayamos a concluir que no ha cambiado nada.

Como ejemplo ilustrativo de este lavado de cara verde, basta comprobar que quienes ocupan los primeros puestos en el ranking de empresas más contaminantes del planeta son también quienes patrocinan, año a año, las cumbres por el clima, las llamadas COP. Quizá podríamos empezar por ahí si algún día decidimos analizar porqué esas cumbres se van sucediendo sin que de ellas salga nunca ningún compromiso claro, o al menos con voluntad de cumplirlo.

El caso es que del mismo modo que antes nos decían que el cambio climático no existía, ahora nos dicen que sí es real y además nos explican cómo tenemos que hacer para aportar nuestro granito de arena en la lucha contra él. ¡Qué suerte tenemos!

Y nosotros, claro, nos dejamos convencer. Porque es mucho más fácil creer lo que te dice quien se gasta una pasta en decírtelo, que pararte a pensar porqué te lo dice y qué intereses puede tener para decírtelo.

Nos dicen lo que debemos hacer para que lo tengamos claro. Por ejemplo, reciclar los envases, comprar bombillas de bajo consumo, comprar coches híbridos… Y, ¡oye, genial!, que está muy bien, ¿eh? Que nadie crea que no apoyo el reciclaje o la sustitución de muchos elementos de nuestra vida cotidiana por otros que consuman menos.

Pero claro, es que aquellos que nos hemos preocupado por leer un poquito más sabemos que la famosa regla de las R para cambiar el mundo no empieza en reciclar, sino que empieza por Reducir. Para ser exactos y no extenderme demasiado, las 4 R corresponden a Reducir, Reparar, Reutilizar y Reciclar. Es decir que el reciclaje es solo la última parte. Pero entonces, porqué es en la que se hace más énfasis. Muy sencillo, es la única que no implica reducir el consumo. Nos propone cambiar lo que hacemos con el envase al terminar el producto, pero en nada habla de no seguir comprándolo.

Nos acabamos convirtiendo en demostraciones vivas de la Paradoja de Jevons, que dice que si, por ejemplo, un cambio de bombillas nos hace consumir menos con cada una, acabaremos multiplicando el número de puntos de luz y, por lo tanto, llegaremos a consumir más que antes.


De hecho, de que sigamos comprando y reciclando, una y otra vez, han hecho su negocio algunas de las más grandes corporaciones mundiales. (Apunte al oído: ¿has indagado quiénes son los mayores accionistas de Ecoembes?) Esta es la razón y no otra de que la implantación de un sistema de retorno de envases tenga tanta resistencia en España, a pesar de alguna experiencia que está siendo más que satisfactoria, como el abono directamente de los envases retornados en una especie de cajeros automáticos, o el cambio de envases por su equivalente en billetes de transporte público.

Pero así consiguen dos objetivos en uno. Primero consiguen seguir con su negocio, cada vez más lucrativo. Y, segundo, hacen que proponiéndote un simple gesto toda la carga de la lucha contra el cambio climático caiga sobre nosotros, los ciudadanos de a pie.

Y que conste que yo creo que la ciudadanía tiene mucho que hacer en esta lucha, pero también forma parte de esa responsabilidad el reclamar y exigir a gobiernos y grandes corporaciones que hagan lo propio, que, lógicamente y por proporción, serán gestos y hechos mucho más efectivos.

No nos conformemos con limpiar nuestra conciencia con los contenedores verde, azul y amarillo. Si eres de los que llevan una bolsa diaria al contenedor de envases, quizá sea hora de que te plantees que no es suficiente y que necesitas cambiar tus hábitos de consumo para no generar tanto plástico, ¿no crees?

Demostremos que somos capaces de provocar el cambio que queremos. Consumamos menos, y de cercanía. Movámonos en medios sostenibles y eficientes. Gestionemos adecuadamente la energía que necesitamos. Ah, y desde luego, no permitamos que nos den lecciones quienes más tienen que callar, aquellos que se han convertido, con gran habilidad, todo hay que decirlo, en los mejores representantes de la reinvención del capitalismo, ese oxímoron denominado capitalismo verde, que todo lo hacen pensando en el que todo cambie para que todo siga igual.

Comparto, para terminar, una frase que leí hace unos días y que decía: Todo mi esfuerzo no es suficiente para cambiar el mundo, pero el mundo necesita todo mi esfuerzo para cambiar.

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