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Triste



Cuando dos partes se enfrentan usando el mismo argumento de defensa de la democracia es que, evidentemente, algo no estamos entendiendo. Es más, cuando quienes han demostrado no saber y no poder solucionar con diálogo sus diferencias son capaces de enfrentar a ciudadanos apelando a sentimientos patrióticos sólo para prevalecer sobre el otro, es que realmente no merecen desempeñar el papel representativo que tienen. Y no hablo solo de los presidentes de los dos gobiernos implicados, sino también de muchos que se han escondido y que en estos años solo han visto aquí la oportunidad para arañar votos y apoyos.
Podría hablar de la obligación de cumplir la ley, de la necesidad de oír la voz del pueblo, de quien se ha ofrecido a hablar y quien no o de quien tenía la mano tendida y hacia donde, pero entonces esto sería un análisis más de los muchos que estos días llenan y llenarán las páginas de diarios, blogs, redes sociales y todo tipo de medios de difusión.
Y no, no es eso lo que yo quiero porque no es eso lo que más me ha hecho reflexionar.
Este domingo hemos visto gente enfrentarse por una línea en un mapa, por la posibilidad de hacer un país para ser simplemente uno más en la colección de cromos de banderas, por la exaltación de una idea trasnochada y superada como es el nacionalismo en un mundo cada vez más pequeño y universal. Hemos visto salir a la calle arriesgándose a graves consecuencias, incluso físicas, solo por un concepto de patria excluyente. Porque algo sí que tienen en común ambos grupos, y es el concepto de patria. Sólo que de distintas patrias.
Por otro lado otra gente se ha manifestado en defensa de una Constitución que es ninguneada continuamente en otros temas mucho más implicados en la realidad de cada uno y en su día a día. Una Constitución que marca unas condiciones mínimas de vida de los españoles y que es avasallada por los poderes del Estado, reales o elegidos, cada vez que se cruza en su camino de beneficio perpetuo.
No hemos visto, en cambio, esas mismas demostraciones de determinación para exigir responsabilidades por la corrupción. O para plantarse ante una epidemia de odio y muerte como son las miles de asesinadas por violencia de género. Ni siquiera ante las claras muestras de estar siendo rodeados por la miseria, la desigualdad, el paro y la precariedad.
Uno se pregunta qué habría sido de nuestro país si hubiéramos visto el mismo despliegue de las fuerzas del orden para luchar contra la corrupción, o para garantizar el derecho a una vivienda digna, o si la gente se hubiera echado a la calle para exigir que no se empleara ni un euro público en salvar bancos cuando mucha gente está pasando hambre, o para obligar a meter en la cárcel a todos los corruptos que han venido esquilmando las arcas públicas, es decir de todos aquellos que no hemos salido a la calle a protestar porque nos estaban robando.
Ante esto uno se pregunta qué tipo de políticas estamos haciendo y para qué.
Si realmente merece la pena.
Si lo realmente importante no tiene apenas espacio en las discusiones de cada día y en cambio somos capaces de insultar y menospreciar a quien siente otra patria, es que tenemos un baremo bastante desviado.
El 1 de Octubre (no el #1O que no es sino la representación de nuestro mundo, que reduce ideologías y simpatías a simples hastags y 140 caracteres) ha demostrado lo cerca que seguimos estando de posiciones radicales e irracionales y lo rápido que pasamos del amor al odio sin apenas paso previo.
Para mí la conclusión de esta jornada no es si los catalanes quieren la independencia o no o si Rajoy y su gobierno se han extralimitado o simplemente han cumplido con su obligación. Para mí la conclusión es que no somos, o no sabemos ser, realmente democráticos. No nos importa la opinión de los demás o si pueden o no manifestarla libremente. Ni siquiera creemos en el diálogo y la negociación por mucho que lo digamos continuamente. Sólo creemos en “los nuestros”. El menosprecio a quien piensa diferente está ahí y sale con fuerza en cuanto le damos ocasión.
No, señor Rajoy. No, señor Puigdemont. El domingo no gano ninguno de ustedes. Ni sus ideas. El domingo perdimos todos y sobre todo perdió la democracia. Pero esto ustedes ya lo sabían y no les importaba nada. Ustedes ya no representan a nadie y menos que a nadie a España y Cataluña.
Por todo ello me gustaría hacer dos peticiones, aún a sabiendas de que nadie las escuchará:
A ustedes, señores presidentes, háganse y hágannos un favor y váyanse. Reconozcan que no han sabido gestionar esta situación y dejen paso a otras personas dispuestas a hacerlo. Y llévense con ustedes a otros muchos que no han tenido la capacidad de anteponer el bien común al objetivo egoísta de alcanzar poder.
A todos los españoles, pensemos en las cosas que merecen la pena. En aquello que nos hace ser personas, libres, racionales, y defendámoslas y dejemos de buscar excusas para el enfrentamiento, más si cabe si esas excusas las han puesto ahí otros para tapar sus muchas vergüenzas. Existen muchas amenazas más graves que ésta y esas sí que nos deberían unir. Con nuestras diferencias y nuestras posiciones opuestas. Pero así somos y así hemos conseguido avanzar.
No me gusta la tristeza en política, porque inmoviliza. Alguien me dijo una vez que a la política hay que venir llorado. Pero es tristeza lo que yo sentí el domingo. Una tristeza enorme.
No quiero poner una imagen que ilustre este artículo porque es imposible elegir una y no parecer tomar partido por alguna parte. Por eso sólo pongo un cuadrado negro porque representa mejor que cualquier otra imagen la tristeza que, como un manto invisible, fue llenando todo a mi alrededor el 1 de Octubre.

Comentarios

  1. Gana la competitividad y pierde la colaboración, en una sociedad futbolizada.

    "Cuando dos partes se enfrentan usando el mismo argumento de defensa de la Democracia es que, evidentemente, algo no estamos entendiendo". Lo que no entendemos es lo que es la Democracia. Cuando la Izquierda se de cuenta de que juega con la baraja de la derecha podremos pensar en izquierda. Las Elecciones son Aristócratas, el sorteísmo es Demócrata. Las elecciones son de derechas, el sorteísmo es de izquierdas, tan sencillo como eso. https://es.wikipedia.org/wiki/Demarquia No queremos cambiar de amo, queremos dejar de ser súbditos.

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